IV
por Jaime Barba
Cuando tus palabras
regocijaron mis oídos
una ráfaga de nomeolvides
reclamó tu presencia.
Mi corazón
se deshojó en tus rosales
cuando mis ojos te encontraron
en los laberintos del sueño.
Te hallabas tú tan distante
como esas horas que transcurren
y se nos marchitan
en las polvaredas del silencio...
¡Para mi corazón en ascuas
tu corazón anduvo
por los muchos escondrijos
en donde el beso es ceniza... !
Pero tú, atrapada entre mis nervios,
fue que te vi, explorando,
desde los horizontes
de mis nostalgias.
¡Cómo margaritas,
cómo lirios en el valle:
así son tus manos, Polimnia!
¡Y esos ojos tuyos
- relámpago de mis noches - ,
andan como peregrinando
en la selva de mis desesperaciones!
¡Si no estuvieras tan extrañamente
lejana, fugitiva,
tus labios sí me hubiesen comprendido!
Cuando mis esperanzas
transitan como alocadas,
yo no soy otra cosa
que un río de amor que te espera.
¡Devuélveme mis desalientos!
¡Florece de nuevo en mis largas pesadillas,
y clava en mi corazón
tus espinas de rezos!
¡Alimenta,
con la miel de tus palabras,
mis aposentos en ruinas
y te estaré esperando
con una flor para tus labios.