LA ESTAMPIDA
por Jaime Barba
Hay un rumor de frondas.
Hay un tropel de cascos.
Por la llanura inmensa que se dilata
y estremecida como un lagarto,
entre relinchos y resonancias ... :
las crines sueltas, las largas colas, como cometas,
[van los caballos.
La tierra glauca parece toda
que junto a ellos va galopando.
Un ruido airado sacude al aire
cual carcajada de fantasmales gritos de asalto.
Más se diría que un río suelto
por cauce loco va desbocado.
Los potros blancos, los potros negros,
los potros bayos... ,
sin previo aviso
se van tragando
leguas y leguas y entre barrancos.
Son sus ollares fuelles de fragua
de contracciones como relámpagos
que al polvo estéril de la llanura
con furia sorda va calcinando.
¡En la distancia como una lengua
el horizonte luce atrofiado!
¡Nervios de acero, cascos chispeantes!
¡Entre silbidos van resoplando!
Van en desorden como las almas
en fuga siempre con sus pecados.
Cual si quisieran burlar distancias,
sin resultado.
Un potro negro como la noche
va a la cabeza de tanto espanto,
como si fueran sus crines, alas,
que van volando.
Y, así, le siguen por la llanura
por donde truenan los recios cascos,
dos yeguas blancas, que, enamoradas,
muerden las ancas del brioso macho.