PARABOLA DE LAS NUEVE LUNAS
por Jaime Barba
A mi esposa Rosario
Lenta y calmada la lluvia cae
sobre los campos que el viento puebla,
tan silenciosa que, enamorada,
su verde traje como en domingo cual una novia
[luce la tierra.
Cual si temblando como un misterio,
que lleva un nido entre los chales de una sorpresa,
madura un fruto,
que cae, luego, acariciado por los tormentos
[de la belleza.
Mil hilos tenues como de plata
van descendiendo con gracia intensa,
y la hojarasca del bosque ansioso
finge una alfombra mullida y suave
que pide a gritos el nuevo germen para la siembra.
Hay una dulce melancolía
radiante y tierna,
que se desliza por los caminos que serpenteando,
la luz celebra.
Y todo el monte parece un sexo que delirante
suplica y piensa,
para que la lluvia siga cayendo pausadamente,
[pausadamente,
cual un suspiro desesperado que se despierta.
Lenta y cansada
la lluvia rueda;
y el río, entonces, se va ensanchando, se va
[ensanchando
cual un resumen de nueve lunas en el regazo
[de una promesa.
Sigue la lluvia cayendo, leve, mientras
[de amores se sufre o sueña;
mas, cuando todo parece un mundo de maravillas,
que se fermenta ....
un sol amable como un regalo
que se cosecha,
hace que tiemble todo en el bosque doliente y quieto,
porque a los nueve meses de haber llovido ...,
lloró la tierra.